domingo, 5 de diciembre de 2010

"La formación valoral de los alumnos: un reto para el docente".

Por Estefani A.R.

Toda sociedad tiene como objetivo esencial formar y preparar a cada persona para su plena incorporación a la vida social para cumplir adecuadamente su función en beneficio de ella. Los valores son una expresión de la sociedad en la que fueron creados y ésta refleja sus aspiraciones y propósitos, definiendo así qué tipo de persona se requiere formar para que responda a sus metas e intereses. La educación en valores se hace evidente en las diversas actividades cotidianas del sujeto, Toda sociedad es cambiante, es decir, se encuentra en un proceso de transformación continuo, lo cual va provocando el debilitamiento de los valores, a demás con los avances científicos y tecnológicos se propicia mayormente esta crisis valoral que afecta al sujeto. La formación de valores cobra gran importancia en estos momentos, pues a escala mundial constituye una preocupación la pérdida de valores, especialmente en las jóvenes generaciones.
El cómo desarrollar y formar valores es un proceso que dura toda la vida, siendo la familia el agente social más importante en la formación de los valores, pues en ella el sujeto conoce, aprende, interioriza y exterioriza los valores. Integrar los valores al aprendizaje de manera intencionada y consciente implica tratar la educación moral desde el ámbito escolar, es decir, al interior de las instituciones educativas. Bajo esta perspectiva, el docente es el actor directo en la formación moral del alumno. A igual que el aprendizaje de un conocimiento matemático, físico, etc., el aprendizaje valoral debe ser tratado en todas sus dimensiones, subrayando la intencionalidad hacia la sociedad donde se exprese. Del mismo modo que es posible tratar un valor desde el contenido, también lo es desde el saber hacer de éste (la habilidad y la capacidad); visto así, el proceso de enseñanza-aprendizaje adquiere un nuevo contenido por su carácter integral. Sin embargo, a través de mi experiencia docente en la escuela primaria, he notado que la mayor parte de los maestros prefieren desarrollar los contenidos pertenecientes a las asignaturas como Español y Matemáticas, pensando de manera erróneo que estos tiene mayor importancia en la formación de los estudiantes, dejando a un lado el contenido ético y moral.

Cada individuo aprende a dirigir su conducta como resultado de su participación activa y consciente en diferentes situaciones educativas. Las mismas permiten al maestro  poder orientar el proceso de formación de la personalidad, de lo contrario se deja a que la misma se forme espontáneamente, quedando el alumno expuesto a múltiples influencias que, por  ensayo y error, lo llevan a desarrollar actitudes, conductas y valores muchas veces opuestos a los que se desea obtener. Para que los alumnos sean capaces de actuar de acuerdo con los valores que sustenta la sociedad en que viven, es necesario organizar el proceso de enseñanza de tal manera que los ellos participen conscientemente en la actividad como sujetos de aprendizaje, formación y desarrollo, que tengan la oportunidad de comunicarse con sus compañeros, que trabajen juntos, que busquen el bien común, etc.

El desarrollo del estudiante con respecto a su educación en valores es posible en la medida que el docente diseñe situaciones de aprendizaje que propicien que el estudiante asuma en su actuación una posición activa, reflexiva, flexible, no olvidemos que la educación cívica y ética requiere un tratamiento vivencial. Durante el desarrollo del curso Formación Ética y Cívica en la Escuela Primaria II, tuve la oportunidad de participar en algunas actividades de reflexión en las que de acuerdo a un cierto caso, en el cual se encontraba inmersa un hecho problemático, los participantes debíamos ponernos en el lugar del protagonista, analizar la situación y tomar una decisión considerando las implicaciones positivas o negativas que esta última tendría. En lo particular, estas experiencias me permitieron aprender que el aprendizaje se vuelve significativo en la medida en que las actividades de enseñanza-aprendizaje toman en cuenta aspectos cercanos a la realidad del alumno, así como las necesidades, intereses y características de ellos de acuerdo a su nivel evolutivo ; en mi caso, por ejemplo, las sesiones de clase atrajeron mi atención y se volvieron significativas por que los temas abordados en las sesiones eran de mi interés y se relacionaban con hechos cercanos a mi realidad como futura docente, como alumna, como hija, etc.

Por lo tanto, sólo creando espacios de reflexión en los que el estudiante aprenda a valorar, a argumentar sus puntos de vista, a defenderlos ante las oposiciones, espacios en los que el estudiante tenga libertad para expresar sus ideas, para escuchar y comprender a los demás, para enfrentarse a problemas con seguridad e independencia, para esforzarse por lograr sus propósitos, espacios en el proceso de enseñanza-aprendizaje en los que sean los docentes guías de sus estudiantes, modelos, ejemplos a imitar, sólo en estas condiciones se estará contribuyendo a la educación en valores del estudiante.

Como se puede notar, el diálogo es un procedimiento fundamental para favorecer la reflexión ética, adoptándolo como “un principio ético, como procedimiento democrático y como conjunto de habilidades de interrelación; como procedimiento moral que puede cumplir con las condiciones de aceptabilidad general, intersubjetividad y producción de razones poderosas.” (Puig, 1993, p. 11). Es importante que ante una situación problemática o conflictiva, el maestro propicie espacios de diálogo y reflexión entre las personas implicadas evitando decisiones precipitadas, para que de esta manera se pueda dar tiempo para escuchar a las dos partes y posteriormente tomar una determinación entre ellos; por ello es importante el carácter orientador del docente en la formación de los valores. Con respecto a lo anterior y retomando las ideas de Medina (1994), las actitudes deseables frente a los conflictos deberían ser las siguientes:

ü  Aceptar el conflicto como algo natural, entendiéndolo como una oportunidad para examinar soluciones en profundidad y aprender más acerca de los valores y principios del grupo.
ü  Abrir salidas al conflicto: no ocultar los problemas.
ü  Estar en desacuerdo con las ideas pero no con las personas.
ü  Buscar una solución al conflicto como una responsabilidad compartida.
ü  No contribuir a la formación de bandos.
ü  Tomarse el tiempo necesario para reflexionar sobre el conflicto y escuchar a todas las partes involucradas.

De acuerdo con lo mencionado, me parece pertinente compartir una experiencia vivida en el desarrollo de mi trabajo docente en la escuela primaria, en la que se hace visible la importancia del rol que desempeña el maestro como orientador o desorientador en la formación de valores y en la resolución de conflictos. En cierta ocasión, en un grupo de 2º grado de primaria, tuve la oportunidad de presenciar durante la hora del recreo un conflicto entre dos alumnos (Emmanuel y  Michel), la niña se encontraba sentada en las escaleras con su grupo de amigas, mientras que el niño estaba jugando fútbol con otros compañeros. De pronto el Emmanuel chutó el balón y golpeó accidentalmente a Michel, quien de inmediato comenzó a llorar y corrió a ver a la maestra para darle la queja; lo impresionante está en la actitud que tomó la docente, quien mandó a llamar a Emmanuel, y una vez que llegó al sitio, sin pedir explicación alguna, la maestra le dijo: “Pégale con el balón donde él te pego”, así que la niña tomó el balón y le regresó el golpe. Esta fue una situación que me impacto por la determinación tan rígida de la maestra, quien después del acontecimiento me comentó: “Siempre hago lo mismo con mis alumnos, por que el que se lleva se aguanta”.
Me atrevo a decir que asuntos como el anterior se presentan en la mayor parte de las escuelas, sin que esto quiera decir que ocurran en todos los casos; no debemos olvidar que los maestros somos un ejemplo a imitar por los alumnos, siendo estos el reflejo de las actitudes que presentamos en el aula. Desde mi perspectiva, es en este tipo de circunstancias donde ponemos en evidencia nuestra “conciencia moral” entendida como la capacidad para sentir, juzgar, reflexionar y actuar conforme a los valores morales de modo coherente, constante y autónomo; no podemos exigirle al alumno que haga algo que nosotros mismo no hacemos, debemos ser coherentes entre nuestro hablar y actuar.

Volviendo a lo correspondiente al diálogo, es fundamental responder al siguiente planteamiento: ¿Cómo enseñar a los alumnos a dialogar?
De acuerdo con Puig (1993), la habilidad para dialogar de modo correcto no puede enseñarse, porque es una especial sensibilidad para el contacto humano que se posee con anterioridad a cualquier esfuerzo educativo y que, por lo tanto, es imposible implantarla en nadie sin que previamente no se esté suficientemente predispuesto. Una primera manera de facilitar la toma de conciencia de las habilidades para el diálogo consiste en propiciar experiencias de diálogo, puesto que a dialogar se aprende dialogando; así mismo cuando las explicaciones que da el maestro se conectan las experiencia de los alumnos, impulsan la profundización del sentido del diálogo, conduciendo a los estudiantes hacia la reflexión. Sin embargo, es importante tener presente que el diálogo presenta algunas limitaciones ante la solución de situaciones conflictivas, pues “no resuelve en modo alguno la problemática moral en su conjunto…; aunque este responsabiliza y compromete a los participantes, no asegura necesariamente la correspondencia entre las soluciones aceptadas y su aplicación” (Puig, op. cit. p. 14). A pesar de ello, el diálogo sigue siendo un procedimiento que facilita las interrelaciones entre los individuos así como la resolución de conflictos, aunque esto no se de en todos los casos.

Para finalizar este documento, quiero mencionar que la el éxito o fracaso en la formación valoral de los alumnos depende, en gran medida, de la actitud mostrada por el docente ante este aspecto, así como de su creatividad para diseñar actividades que les permitan a los estudiantes reflexionar acerca de la relevancia de los valores en su vida presente y futura.

Conclusiones
v  El cómo desarrollar y formar valores es un proceso que dura toda la vida, siendo la familia y la escuela los agentes que más participan en dicho proceso, pues gracias a ellos el sujeto conoce, aprende, interioriza y exterioriza los valores.
v  El desarrollo del estudiante con respecto a su educación en valores es posible en la medida que el docente diseñe situaciones de aprendizaje que propicien que el estudiante asuma en su actuación una posición activa, reflexiva, flexible, no olvidemos que la educación cívica y ética requiere un tratamiento vivencial.
v  Es importante que ante una situación problemática o conflictiva, el maestro propicie espacios de diálogo y reflexión entre las personas implicadas evitando decisiones precipitadas, para que de esta manera se pueda dar tiempo para escuchar a las dos partes y posteriormente tomar una determinación entre ellos; por ello es importante el carácter orientador del docente en la formación de los valores.

Bibliografia
v  Medina Retamal, Andrés (1994), “Resolución de conflictos en la organización”, en Relaciones humanas y comunidad. Guía para monitores sociales. Aspectos teóricos, Santiago de Chile, PIIE/UAHC, pp. 98-106.

v  Puig Rovira, Josep Ma. (1993), “Educación moral y diálogo” y “Toma de conciencia y diálogo”, en Toma de conciencia y habilidades para el diálogo. Materiales para la educación ética y moral (Educación secundaria), Madrid, Didácticas, Comunicación, Lenguaje y Educación, pp. 7-14 y 15-22.

1 comentario:

  1. una excelente reflexión de la labor docente como formadores de valores--

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